"En reconocimiento al maestro Carlos Timoteo Griguol, quien no sólo produjo jugadores campeones, sino que también hombres de bien".
La leyenda que acompaña la estatua que hoy vigila la sede social de Ferrocarril Oeste lo define en profundidad. El ex futbolista de Atlanta y Rosario Central, el director técnico que supo comandar al Canalla, a Tecos de Guadalajara, a Kimberley de Mar del Plata, a River, a Betis de España, a Unión de Santa Fe, a gimnasia La Plata, y que dejara una huella imborrable en Ferro, donde obtuvo los dos títulos de elite que ostenta el club (Nacionales 1982 y 1984), es el mismo que retaba a sus pupilos si se enteraba que se habían comprado un auto antes de invertir en la casa. Y fueron sus amigos Tití Fernández, Adrián Paenza, y uno de sus alumnos, el Mono Germán Burgos, los que impulsaron el homenaje.
Desde ayer, el Viejo, o Timo, todos apodos cariñosos que supo cosechar (aunque los jugadores que pasaron por sus enseñanzas aún hoy siguen sin tutearlo) tiene su estatua en las instalaciones del Verdolaga. Con la gorra, marca registrada, y la pelota bajo un brazo. Lo acompañó su familia (su hija Mariana fue una de las oradoradora), sus más cercanos y su enorme cadena de discípulos, entre los que se hicieron presentes Carlos Aimar y Miguel Micó, recientemente designado como integrante de los cuerpos técnicos de Juveniles de la AFA.
A sus 82 años, sus amigos y el fútbol le hicieron un merecido homenaje. Y, con su alter ego de metal, el cordobés echó raíces en Ferro para la eternidad.