Chimi sale a la cancha con la frente en alto, porque su experiencia y liderazgo lo hacen un baluarte del Club Atlético Tigre. Se para cerca del área y custodia la valla desde temprano, esperando el silbato del árbitro. El Mono, por su parte, aparece en el centro de la escena pero más callado, hasta que, claro, van pasando los minutos y se afianza bajo los tres palos del Matador...
Sí, este secuencia debe haber sido imaginada sin cesar por Juan Carlos, papá Chimi, y Matías, hijo Mono. Ambos de apellido Blengio, lógico. Y quizá pueda hacerse realidad durante la temporada 2016, así como ya es un hecho en la pretemporada del Tigre comandado por Mauro Camoranesi, director de esta película que pocas versiones ha tenido en la historia del fútbol.
Entonces, padre e hijo, zaguero y arquero, 3 y 22, respectivamente, se calzan casaca y buzo y ya se entrenan con el resto del plantel. Y esperan, cómo no, pisar el césped con tribunas llenas en la campaña que se viene. Matías, de 17 años, tiene la enorme responsabilidad de cubrir el arco en cada práctica. Y Juan Carlos, de 35, tiene que asegurarse de que le lleguen lo menos posible. Al fin y al cabo, el padre siempre defiende al hijo.
En tanto, ha habido otros casos como este, que unen sangre a través de la pelota. Uno de los más emblemáticos ha sido el de los Gudjonhsen: Arnor, padre, fue reemplazado por Eidur, hijo, en un duelo entre la selección de Islandia y Estonia. Ellos, protagonistas del único encuentro entre almuno y maestro con una camiseta nacional. Pero no hace falta viajar tan lejos, porque en Argentina también hubo: Carlos Yaqué y Nicolás Yaqué, de Almagro; o el Beto Acosta y su hijo Mickael, en Fénix. Y cruzando el charco también encontramos a un progenitor orgulloso por defender los mismos colores que su sucesor: Walter Pandiani, que firmó con Miramar Misiones de Uruguay y coincidió con Nicolás Pandiani.
Un lujo para pocos...