Seguimos recorriendo el mundo a través de los sueños engendrados por jugadores nacidos en tierra criolla. En esta ocasión, hablamos de Santiago, un chico que tuvo su primer contacto organizado con una pelota a los 5 años, en una escuelita de Mar del Plata. Allí, en las cercanías del puerto, fue forjando una calidad diferencial que lo separaba del resto de los niños. De hecho, un entrenador que trabajaba en el colegio donde Feuillassier desarrollaba sus primeros conocimientos se percató rápidamente acerca de los dotes que tenía su alumno y “decidió darme una oportunidad en Cadetes de San Martín”, club donde el verde césped de cancha de once le tendía un reluciente salto de categoría.
Pasando del parquet al pasto, y mutando un poco la altura de sus botines, Santiago progresó hasta recibir una nueva oferta que terminó por acaparar la atención de toda su familia, sumida en una eterna alegría. “Juan Esnáider (reconocido ex futbolista y actual entrenador), quien manejaba la institución para la que yo jugaba, me llamó junto a algunos compañeros para llevarme, realmente, a un mundo diferente”, recuerda el protagonista. Se trataba de una prueba en el Atlético de Madrid.
Y así fue como su amor por la pelota lo llevó a cruzar el Atlántico por primera vez. Prueba fructífera, además, fue la que tuvo Feuillassier en uno de los torneos más importantes a nivel infantil en España. Es que su gran desempeño en tierras madrileñas culminó con las intenciones de la dirigencia de retener su calidad, pero él “era muy chico para semejante cambio”.
Por eso, Santi siguió jugando en Cadetes de San Martín hasta los 14 años, cuando se produjo un quiebre en su historia. Nuevamente fue Esnáider, su padrino futbolístico, quien decidió meterlo en el avión para regresarlo a suelo español. Pero fue el archirrival del Aleti el equipo que pedía refuerzos juveniles. Sí, nada menos que el Real Madrid les dio una chance a los chicos argentinos (entre ellos, Emiliano Buendia, que hoy juega en el Getafe). Y el marplatense quedó otra vez…
Valijas, mudanza y estadía. Eso le brindó su mentor a Feuillassier, que vivió durante un año junto a la familia Esnáider, hasta que llegaran sus padres y su hermano para acompañar semejante cambio de vida. Y tuvieron premio, porque Francisco, cuatro años menor, también comenzó a desplegar su juego en territorio madrileño. Juego que tuvo destino compartido con el de Santiago, ya que ambos se mudaron al Rayo Vallecano para darle continuidad a su carrera. O, mejor dicho, para emprender sus primeros pasos.
Pero no todo sería color de rosas, porque el mayor de los hermanos tuvo “una grave lesión en la rodilla que me relegó durante mi segunda temporada en el club”. Sin embargo, estuvo un campeonato más para completar tres años que terminaron en la categoría de Reserva. De allí en adelante, Santiago transitó efímeras transferencias que tuvieron como protagonistas al A.D Parla, Puerta Bonita y Alcobendas Levitt, todos conjuntos de la Tercera División española. Hasta que surgió un último llamado. Ése que derivó en un pasaje de tren hacia Suiza: “Desde el Lausanne Sport, de la Segunda División, me ofrecieron el paso a ese club. Acepté inmediatamente, ya que se trataba de una propuesta profesional que me haría despegar”.
Y Santiago no se equivocó. “Si miro hacia atrás, no me quedan dudas de que valió la pena realizar aquel viaje de costa a costa”, confiesa el mediocampista. Hoy, con 21 años, ilustra el césped helvético con la marca registrada del fútbol argentino.