27/08/2015

Apellido europeo

Quizá fue el destino. Quizá de casualidad. Quizá estaba en su genética. Quizá… Andrés Madrid nació para el fútbol: el argentino y, claro, también el europeo. Es que desde chico vieron su criterio vinculado al buen juego. Tranquilo, preciso y con pocas equivocaciones. Así lo podría definir aquel entrenador que habló con su padre para llevarlo a La Carpita, un equipo de barrio en donde se desarrollaban futuros talentos. De hecho, ese mismo padrino futbolero fue quien depositó a Andrés y a Martín, su hermano menor (otro jugador de calidad), en Argentinos Juniors y, luego, en Platense.

De Saavedra, en tanto, data el primer acercamiento de los Madrid con el deporte profesional, ya que el Calamar gozaba con el éxito de sus inferiores. Tanto fue así, que la categoría de Andrés era una de las más renombradas, “pero yo era, simplemente, uno más en el plantel”. Y así fueron pasando los años, con el acompañamiento de su padre (“fundamental en mi crecimiento”) y de Miguel Balmaceda, técnico que cooperó activamente en el camino de los hermanos. “A medida que pasaba el tiempo, veía cada vez más cerca el sueño de vivir del fútbol”, confiesa el polifuncional jugador, y agrega: “De a poco, empecé a entrenar con la Reserva”…

Como si fuera poco, casi en un acto mágico, el Tata Martino (sí) “me preguntó si podía jugar de lateral”. Respuesta instantánea y obvia la de Andrés, que pasó de ser un posible convocado a formar parte del once inicial de Platense. Ruptura en la vida del marplatense que derivó en un futuro, ya en ese momento asegurado, con la pelota a su lado.

Lógico sería decir que su sendero estaba recién comenzando a forjarse en tierra criolla, donde era citado por las Juveniles de la Selección y donde en 2001 pasó a Gimnasia y Esgrima La Plata. “Fue una alternancia de experiencias buenas y algunas malas en el Lobo, que, sin dudas, me hicieron aprender mucho”, recuerda Madrid.

Casi sin darse cuenta, pasó cuatro años en la capital de Buenos Aires en los que el pueblo tripero vislumbró la mutación de su juego hasta transformarse en mediocampista con orientación defensiva. Entretanto, su representante y amigo Hernán Berman notificó que el sacrificio de Andrés sería observado, ya en el epílogo de su paso por Gimnasia, por un club del Viejo Continente. Se trataba, nada más y nada menos, que del Sporting Clube de Braga, institución que funciona en el Norte luso. “Allí tuve la suerte de comenzar a jugar desde el inicio y tener un breve paso por el Porto, también. Pude participar de la Europa League y hasta de la Champions”, exclama el argentino. Feliz en su momento y atónito por el recuerdo, Madrid se apasiona al hablar de ese traslado que le cayó del cielo: “También fuimos campeones nacionales y de la Copa de Portugal. Fue un reconocimiento increíble”.

Ya en el 2011, la número 5 transportó, esta vez sin avión incluido, a Andrés hasta el Clube Desportivo  Nacional , de Madeira (tierra de Cristiano Ronaldo). “Lindo año, donde se lograron cosas importantes y que terminó en forma, mínimamente, rara”, aclara el crack. Y con mucha razón, porque su trayectoria lo llevó a Angola. En el Recreativo Libolo pasó “seis meses brutales”, en los que bajó de peso y perdió su lugar en el mapa futbolístico.

Sin embargo, cuando parecía que su vínculo con el fútbol se diluía, una reunión familiar “me hizo dar cuenta de que estaba triste sin jugar”. Así fue como recapacitó con una propuesta que le devolvió la pasión y lo llevó al Mirandela de la Segunda División lusa, su segunda casa. “Volví a sentir el frío en la barriga cada vez que entraba a la cancha”, afirma Andrés, cuyo cambio de parecer vino acompañado de un retraso en la posición: defensor central.

Viaje por el mundo, cuya base se mudó desde Mar del Plata hasta la otra costa, la ibérica. Hoy, esta historia de 34 años defiende los colores del Vianense, en la tercera liga más importante de Portugal. Y ya lo decía su apellido, Madrid sería tierra vecina para el nacido en potrero argentino, formado entre grandes y padrino de sueños europeos.