04/09/2015

Corazón futbolero

“Empecé a jugar desde muy chico”, confiesa Suárez como para darle paso a esta maravillosa historia de amor por la pelota. Y se refiere a su primer vínculo con el sagrado instrumento, que tuvo lugar en su ciudad natal, Lincoln. Allí comenzó a forjar un estilo basado en el ataque en clubes barriales, donde el cemento era testigo de su velocidad y talento. Pero no todo era color de rosa para Guillermo, porque su corazón le impedía desplegar su fútbol con normalidad: “tenía la arteria aorta aplastada”.

Duro camino, pues, el que le tocó al pibe oriundo de la Provincia de Buenos Aires, que a los 15 años se sometió a una operación cardíaca que introdujo un stent en su cuerpo. “Así, nivelaron mi presión arterial y solucionaron el problema”, recuerda, alegre, Willy. Ayuda incalculable por parte de los médicos que vendría con premio incluido: el joven delantero tenía su chance en Rivadavia de Lincoln, el equipo de sus amores.

"A los 16 debuté en la liga local y jugué varios campeonatos hasta que llegó el Torneo del Interior. Lo disputé entero y ascendimos al Argentino B", firma Suárez, como para explicar de qué manera inició su camino en el deporte profesional. Exitosa, entonces, fue esa primera etapa, que siguió de la misma forma: “Tuvimos la suerte de ser campeones en el Argentino B y volvimos a ascender, esta vez al A”. Y aquella primera experiencia para el atacante de 21 años y, como si fuera poco, para todo el club, fue fructífera, porque llegaron hasta la última instancia con posibilidades de escalar de categoría, nada menos que al Nacional B. Sin embargo, obra de las contradicciones que supo acarrear Guillermo desde chico, el gran salto no pudo darse: “Perdimos la final del Clausura con Brown de Madryn,  y ahí concluyó mi etapa en Rivadavia”. Sí, porque se abría el sendero de la elite…

El Tigre de Diego Cagna esperaba impaciente la llegada de un extremo. Uno de esos que desequilibran por las bandas y centran para dar paso al grito de gol. El nombre de Suárez fue el postulado. Él, gobernado por la incertidumbre propia de un viaje hacia nueva vida, se instaló en Buenos Aires para comenzar a mostrarse en la pantalla grande. Y le fue muy bien: “El primer gol en Primera se lo hice a Racing, en un 3-2 sobre la hora, en Victoria".

Fruto del juego asociado con Leandro Lázzaro, llegaron más goles para el Matador. En tanto, aquel vínculo entre los delanteros y el resto de sus compañeros, cracks de renombre como Diego Castaño, Román Martínez o Martín Morel, entre otros, enaltecieron la idea de Cagna, obteniendo el segundo puesto en 2007. Postal, a las claras, de uno de los mejores momentos en la carrera de Guillermo Suárez.

Su futuro, mientras tanto, le deparaba un éxodo hacia tierra europea. Y así fue como “al terminar mi primer año en Tigre, me compró el Dinamo Zagreb”. Experiencia que pocos tienen la suerte de transitar, la que le tocó al veloz experto en desarticular defensas: “Participamos en la Champions y en la Europa League, el sueño de cualquier futbolista”.

Crecimiento oportuno para un hombre de calidad que ya había forjado una gambeta rápida e incierta. Para un soñador que regresó por un año a Argentina para jugar nuevamente en Tigre y luego, sí, retornó a la cultura del Viejo Continente. Pero por un breve lapso, también, ya que su estadía en Croacia, esta vez en el Inter Zapresic, no llegó al año.

“En 2011 me vine a Chile”, comenta el linqueño, que primero demostró sus cualidades en O'Higgins, donde marcó siete goles. Luego, en esta historia de idas y vueltas, tomó vuelo a rancho criollo para jugar en San Martín de San Juan por seis meses. Los dos años siguientes, de viajes y recuerdos culturales, porque osciló entre tierra albiceleste y roja, ya que militó en Cobresal y Deportivo Morón, para finalmente cruzar la cordillera por última vez y emplazarse en el país trasandino.

Hoy, es el Coquimbo Unido el cuadro que disfruta de Guillermo Suárez. Con 30 años, el argentino puede festejar su carrera, que dejó atrás diversos obstáculos para pelear por su objetivo. Siempre de la mano de su mujer, quien lo acompaña desde sus épocas en Lincoln, el argentino pudo cumplir su sueño. Y hasta se puede jactar de tener vasta experiencia y transmitirla a sus compañeros de equipo.

Se trata, entonces, de un corazón destinado a superar barreras y amar a su gente. A la vida. Al fútbol.