24/09/2016

A Colombia con la pluma de Alan Brandi

Las pulsaciones ya volvieron a su estado natural después de la agónica victoria contra Ucrania (1-0), aunque la tregua se prevé corta. Dos días de descanso, dos días de recuperación -física y psicológica- para volver a la competición. En cuartos de final nos espera Egipto, que viene con una gran carta de presentación, después de eliminar a una de las grandes favoritas, Italia.


Ya entramos en la fase decisiva del mundial, donde la falta de concentración o un mínimo error te deja afuera. Lo pudimos comprobar en todos los encuentros de octavos de final y lo sentimos en nuestra propia piel el jueves, en nuestra batalla contra Ucrania. El guión del partido no deparó sorpresas, las dos selecciones sabíamos cuál era nuestro papel: para nosotros, la pelota y la iniciativa del partido, porque ellos apostarían sus cartas al contragolpe y a la pelota parada para desequilibrar el marcador.


Con los papeles repartidos, faltaba saber lo más importante e intrigante: el desenlace. Y pusimos todo de nuestra parte para pasar la eliminatoria. Derrochamos una alta dosis de sacrificio, mucha concentración y siempre con una idea de juego inamovible, desde el primer hasta el último minuto. Para desgracia nuestra, no parecían suficientes todos los esfuerzos porque el gigante arquero ucraniano, Ivanyak, nos había negado el gol durante toda la tarde. En los minutos finales, además, se fue agigantando su figura con cada intervención. Cuando todo estaba abocado a los penales e Ivanyak se preparaba para vestir el traje de héroe, apareció Borruto para provocar una clara sexta falta. Cuzzolino definió desde los 10 metros con clase, precisión y calma, esa misma calma que nos faltó en la finalización durante todo el partido para superar la muralla ucraniana mucho antes.


Pero ahí no acabó todo. Restaba un minuto y treinta segundos para seguir sufriendo y defender ese gol que buscamos insistentemente durante 48 minutos. La selección se mostró, una vez más, impecable en la defensa del arquero-jugador y con el cronómetro a cero. Se desató la alegría, en la cancha y en las gradas, en el vestuario y en el camino de vuelta al hotel.


24 horas más tarde de nuestra victoria y después de viajar a Medellín, sede de nuestro próximo partido, ya estamos centrados en lo que tenemos enfrente. Así es el Mundial. Una victoria te eleva a un estado de euforia que, un día después, te ves obligado a rebajar porque la siguiente ronda te espera y promete ser igual o más complicada.


El domingo, en los cuartos de final, recibimos a Egipto y sabemos que se van a presentar con confianza después de eliminar a Italia, uno de los grandes candidatos a ganar el mundial. Somos conscientes del peligro egipcio, una selección atrevida y con talento, pero también sabemos dónde puede estar la llave que da acceso a la próxima ronda y depende de nosotros. Si imponemos nuestro juego y competimos a nuestro máximo nivel, estaremos mucho más cerca de lograr el objetivo más inmediato: las semifinales.

 

Escrito por Alan Brandi