El pitazo inicial del 2 de octubre de 1921 marcó el inicio, en su quinta edición, de la competencia más importante para los seleccionados del continente. Esta vez, en nuestra casa: Buenos Aires fue la sede que albergó el Campeonato Sudamericano de Selecciones, del cual sólo cuatro equipos tuvieron el privilegio de participar: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
Así, pues, como todo anfitrión, el Seleccionado Nacional fue el encargado de la apertura del torneo. Cruzando la línea de cal se encontraba Brasil, rival que años más tarde se convertiría en su mayor enemigo futbolístico. Y el equipo albiceleste comandado por Pedro Bleo Fournol salió victorioso en aquel debut, ya que de la mano de Julio Libonatti, quien convirtió a los 27 minutos, le ganó 1-0 al conjunto verdeamarelo. Claro que tal triunfo sucedió ante un marco imponente, porque el estadio de Sportivo Barracas se tiñó de celeste y blanco y vibró con más de veinte mil almas que alentaron al elenco local.
Por su parte, Paraguay superó a Uruguay 2-1 en aquella primera fecha del torneo y sorprendió a todos, ya que los charrúas se habían convertido en potencia tras obtener tres de los cuatro primeros trofeos disputados. Por ende, Argentina no podía confiarse de su logro ante Brasil, ya que su siguiente rival sería el duro conjunto guaraní. Y así llegó el turno de disputar esa segunda batalla, desarrollada el 16 de octubre. Nuevamente, y como en todo el transcurso de la Copa, el césped de Sportivo Barracas fue pisado por los protagonistas de Selección. La leyenda cuenta que, otra vez, la contundencia argentina se hizo presente, en este caso para ganarle 3 a 0 al elenco albirrojo (que venía de perder también con Brasil) y quebrar su ilusión. Libonatti, Saruppo y Echeverría fueron los héroes que invitaron a los 25 mil espectadores a desatar su euforia. El camino hacia la gloria estaba cada vez más cerca...
Un escalón más. Ese último paso que hiciera brillar nuestra bandera en lo más alto del fútbol sudamericano. Sólo eso faltaba para completar un trayecto intachable. Enfrente estaba Uruguay, la gran potencia continental hasta el momento. Y los guerreros dirigidos por Ernesto Fígoli venían de derrotar a la Verdeamarela en la segunda jornada, por lo que aún tenían chances si goleaban a la Argentina.
Pero el último capítulo de esta saga terminó con alegría celeste y blanca. El plantel argentino reflejó el anhelo de todo el pueblo local en la cancha y cumplió con creces su deber. El Campeonato Sudamericano de Selecciones terminó con Julio Libonatti, consagrado como el artillero del torneo, gritando por última vez tras romper la red uruguaya y dándole la primera alegría al país.
La vitrina de la Selección Argentina fue inaugurada con ese preciado trofeo. La Copa América (así se llamaría desde 1975) ya se posaba en las manos de nuestros jugadores, esos que dejaron en el camino a Paraguay, Brasil y Uruguay en un certamen exitoso desde el juego y contundente desde la eficacia goleadora. Así comenzó todo. Fue el inicio de una serie de 14 conquistas. ¿Nos vas a acompañar en el resto del recorrido?
Buenos Aires, 4 de junio de 2015